La representación de una España idealizada a finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX es constante en el etiquetado de las botellas.

Los vinos son una invitación a la celebración, a la diversión y al hedonismo, tal y como vemos en los sonrientes rostros de personajes que invaden el etiquetado de los cuadros. Se embellece el trabajo en el campo, la labor en la vendimia, como por ejemplo en la etiqueta de Cayetano del Pino y Compañía, donde una feliz campesina carga un gran cesto con vides. 

Destaca también la aparición en el panel de seres ficticios, como un duende, el diablo o un desconcertante gato humanizado. Este peculiar imaginario fantástico, es acompañado de realidades como la de niños bebiendo vino en actitudes picarescas, expuestas en las etiquetas de López y Latorre, o de Juan Carrasco y Hermanos.

El uso de personalidades famosas sirve de reclamo para el consumidor de vinos y licores, como la primera Miss Andalucía, Adelina Borza, o la soprano americana Emma Nevada, que dedica su firma para las bodegas Valdespino.