En el transcurso del Segundo Imperio, Francia vio surgir un nuevo fenómeno en el campo de la moda: el nacimiento del “couturier” o “modista”.
El couturier ideaba y dictaba la indumentaria que iban a usar las damas y éstas, al seguir una moda, adquirían patente de persona entendida y con buen gusto.
Después abrieron las primeras casas de costura o salones, donde se podían adquirir las más recientes creaciones de la moda. Los propietarios de estos salones pagaban por obtener la autorización para copiar los originales creados por los couturiers.
El apogeo de la alta costura se reflejó en un gran aumento de revistas dirigidas a las mujeres de la alta sociedad y la burguesía, que les proporcionaban información sobre moda, cultura o literatura, entre otros temas.
La moda elegante se publica en cuatro volúmenes, cada uno de ellos dedicado a un aspecto de la moda y compuestos por láminas a color, de gran tamaño, precedidas, en cada volumen, por una introducción de Ingrid Laib.
Los volúmenes son los siguientes: La elegancia, las sombrillas, las novias y los disfraces.